“The Hurt Locker” arrasó con los Oscar, ganó a la ¿favorita? Avatar y por primera vez una mujer, Kathryn Bigelow, se lleva el muñequito dorado como mejor directora. Es noticia, claro. Como Obama, el primer negro que llegó a la presidencia de los Estados Unidos. ¿Vientos de cambio? No, que va.
“The Hurt Locker” no tiene traducción clara al español, idioma en el que se conocerá como “En Tierra Hostil”, “Zona de Miedo” o “Vivir al límite”. O bien, podría haber sido “El muchachito bueno y temerario que es adicto a la guerra”, o mejor: “Menos mal que estamos nosotros, los marines, acá en esta ciudad tan fea y violenta”.
La ciudad fea y violenta es Bagdad. El muchachito es el sargento de primera clase de la Armada de Estados Unidos William James (Jeremy Renner), un temerario especialista en desarmar bombas.
Lo vemos una y otra vez, lidiando con artefactos chiquitos y grandes, ora en un suburbio de Bagdad, ora frente a oficinas de las Naciones Unidas… en la segunda mitad del filme (dura algo más de dos horas) se adentra por su cuenta a las calles oscuras para investigar a los terroristas que arman bombas. También, en una mala tarde, sostiene un duelo de francotiradores en las afueras de la ciudad fea y violenta… así acaba su rotación, y vuelve a casa.
“Los terroristas estacionan un camión en un mercado, regalan caramelos… y explota”, le cuenta a su mujer Connie (Evangeline Lilly, la Kate de Lost) una tarde de lluvia en su bella casa: “Necesitan más técnicos en bombas”, explica nuestro héroe. Y vuelve, claro, a la ciudad fea y caliente y violenta. Fin. Aplausos. Mejor película, mejor dirección, mejor guión original, y otros tres muñequitos más… ahora, a distribuirla en América Latina. Los hombrecitos dorados atraen como nada en los afiches de los cines. Más millones garantizados. Más propaganda de guerra.
Más allá de sus cualidades técnicas y narrativas, cuestión que no compete abordar aquí, “The Hurt Locker” es, esencialmente, propaganda de guerra. De una guerra de ocupación que ya lleva siete años y donde murieron, según cálculos muy conservadores, al menos 100.000 civiles (1), otros, indican que esa cifra supera el millón de personas (2). El detalle de las bajas estadounidenses es más puntilloso: 4.698, hasta ayer (3).
Sin embargo, en la gran ganadora de los Oscar nuestros héroes jamás disparan sus fusiles si no están seguros de que el civil que tienen enfrente representa una amenaza. Se ponen nerviosos, sí. Hasta tienen miedo, pero no disparan. ¿Quién mató entonces a tantos civiles en Iraq? Nuestros héroes, seguro que no.
Por el contrario, allí vemos cómo los marines ayudan a mujeres a salir de zonas peligrosas, a coroneles estadounidenses conversando amablemente con ciudadanos iraquíes, al sargento James desesperado porque no puede quitar un corsé de explosivos a un civil al que los malos, los terroristas, obligaron a convertirse en hombre bomba.
En “The Hurt Locker” puede verse, también, a un grupo de “contratistas” británicos asesinando a dos detenidos (valen 250.000 libras, vivos o muertos). Eso sí, antes nos aclararon que los dos detenidos son dos terroristas muy buscados y una escena más adelante, el sicario muere también. ¿Justicia divina?
Como sea, en esta guerra de Hollywood los ciudadanos de bien podemos sentirnos tranquilos. Mueren los terroristas, pero también sus matadores poco ortodoxos.
Nuestros héroes desean fumar marihuana, pero no la consumen, sólo alcohol. Desean irse de putas, pero no van. Desean ser buenos soldados, pero no saben si lo han logrado. Eso sí, en esta guerra de Hollywood, nadie se pregunta qué hacen nuestro héroes tan lejos de Kentucky o Minnesota.
En “The Hurt Locker” los civiles iraquíes, ésos que ya han muerto por centenares de miles, son hostiles, pero no mucho. En un pasaje del filme, nuestros héroes viajan en un vehículo blindado mientras unos niños les arrojan piedras, el plano siguiente es una subjetiva desde dentro del vehículo, ahí podemos ver las caras de los querubines, están sonriendo. En la guerra de Hollywood los niños no sufren ni repudian, ni mueren, juegan.
Mientras, los marines desarman bombas. Y es que en Iraq son tan necesarios como en la Haití post terremoto, en la Colombia del “narcoterrorismo” o en el Afganistán del inasible Osama. Y para los que tengan dudas de la necesidad que tenemos de que los marines sean la policía internacional, están Hollywood y la primera directora ganadora de un Oscar, y el primer presidente negro, galardonado con el menos glamoroso pero siempre efectivo Premio Nobel de la Paz.
¿Qué sigue en Hollywood? ¿Un filme sobre Yemen? ¿O sobre Venezuela? Ése ya está listo, el protagonista es Sylvester Stallone y se estrena en agosto.
(1) iraqbodycount.org
(2) justforeignpolicy.org/iraq
(3) icasualties.org
Fuente: http://questiondigital.com/2010/03/08/hollywood-o-como-quedarse-para-siempre-en-irak/
Al final de este post podéis ver un trailer de la película que se prepara "contra" Venezuela y a la que alude el autor al final de este artículo. Para mí está claro que la larga campaña prebélica encabezada por EE.UU contra Venezuela y secundada por toda la oligarquia económica de los paises siervos y lameculos, (entre ellas, y una de las más aplicadas la española, que tiene allí muchos intereses) se está intensificando por momentos y está cada vez más cercana la solución militar. Pero antes hay que lavar tantos cerebros como sea posible en el mundo "libre", y para eso sirven a las mil maravillas este tipo de películas.
Si hay algo que frena al Imperio todavía en dar el último paso es el no poder hacer frente con su maltrecha economía a tantos frentes a la vez, por eso utiliza cada vez más al corrupto gobierno de Colombia para esta labor.
Mientras tanto quieren asegurarse de que cuando se decidan por fin, el mundo colabore o por lo menos que no haga nada. Como ahora colabora o no hace nada en Afganistan o en Irak.
El guión de esta gentuza siempre es el mismo, tanto en las películas como en la vida real. Lo que aún no comprendo es como tanta gente sigue tragandose una y otra vez las mismas películas, las mismas guerras, las mismas injusticias y los mismos crimenes. Aunque sólo sea apelando al aburrimiento, necesitamos urgentemente un nuevo guión, pero para ello debemos rebelarnos todos y cada uno de nosotros, los personajes secundarios de esta mala película, para ocupar el lugar que nos han usurpado los falsos protagonistas. Porque si no lo hacemos pronto, me temo que, al contrario de lo que Hollywood nos tiene acostumbrados, esta película no tendrá un final feliz.
Estamos permitiéndoles que escriban nuestras vidas y las de nuestros hijos y descendientes, y lo cierto es que ya queda poca tinta y poco papel, si no se los arrebatamos ahora para escribirla nosotros, ellos escribirán las últimas palabras: ESCLAVITUD, MISERIA y MUERTE.
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